Seis pueblos del sur de Italia para visitar una vez en la vida

2022-11-07 15:30:29 By : Mr. John Zhang

Calles angostas y empinadas, casas aferradas a una roca, ruinas milenarias de cara al mar azul. Los pueblos del sur de Italia tienen construcciones únicas y paisajes espectaculares, por lo que varios fueron declarados Patrimonio de la Humanidad.

Del taco a la punta de la bota italiana, incluyendo la suela y la isla de Sicilia, a continuación se invita a recorrer algunos poblados con clima agradable y ritmo más lento. Para visitar, aunque sea, una vez en la vida.

Un mar de techos grises y cónicos sobre casas blancas. En la región de Puglia (o Apulia), en el taco de la bota de Italia, Alberobello es un pueblo que parece salido de un libro de fantasía.

Entre calles estrechas y empinadas, pronto se descubre que no viven hobbits en estas viviendas llamadas trullis, y que los turistas llegan de todas partes del mundo para fotografiar este lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco gracias al “valor arquitectónico e histórico único” de las casitas de piedra seca, paredes gruesas de forma redonda o cuadrada y techos en forma de conos.

No muy lejos de la ciudad de Bari, el poblado debe su nombre a la frase latina y medieval “siva arboris belli” (la madera del árbol de la guerra).

Por lo general, un trullo (singular de trulli) es una pequeña vivienda de tipo rural y de una sola planta: las grandes familias de Alberobello vivían en grupos de trulli, construidos uno al lado del otro. El interior era principalmente de madera y los techos no estaban pintados.

¿Cuál era su función? Estaban destinados a servir como refugios de campo y almacenes, para luego convertirse en el alojamiento de la población local.

Con unos 11 mil habitantes, Alberobello es una comuna en la Ciudad Metropolitana de Bari y el verano es la mejor estación para visitarla, con muchos festivales y actividades en contacto con la naturaleza.

Hay dos grandes distritos de trulli. El primero se llama Aia Piccola y es una zona residencial tranquila, mientras que el otro es Rione Monti, el principal destino turístico.

El barrio de Rione Monti tiene alrededor de mil trulli homogéneos: hay trulli-tiendas, trulli-bares, trulli-restaurantes, un trullo-museo e incluso una iglesia-trullo del siglo XX (la Chiesa di St. Antonio).

Quienes no pasan la noche en Alberobello, al entrar a las tiendas de Rione Monti observan cómo es el interior de estas construcciones singulares. Pero por supuesto, lo mejor es alojarse en un trullo: hay varios trulli-hoteles, como así también empresas de trulli-departamentos.

En este destino, los viajeros también visitan los museos del Aceite de Oliva, del Vino y de la Artesanía.

Los aeropuertos más cercanos son Bari y Brindisi, con buses regulares y tren: el viaje de Bari a Alberobello dura una hora y media. En auto desde Bari se llega en una hora.

Cerca de Brindisi está Lecce, otra ciudad que vale la pena visitar en la región, sobre todo, teniendo en cuenta que Alberobello es un pueblo chico que demanda entre uno y tres días.

Todo se remonta al siglo XIV, cuando la zona pasó a estar bajo el control de los condes de Conversano y decidieron que no se construyeran viviendas permanentes para sus campesinos porque los impuestos eran más bajos en las tierras sin asentamientos reconocidos.

Para pagar impuestos más bajos y clasificar al lugar como deshabitado, los trulli se levantaron con piedra caliza trabajada en forma tosca, de forma tal que pudieran desmontarse fácilmente.

Hasta mediados del siglo XVII había varias docenas de trulli, pero a fines del siglo XVIII el pueblo contaba con 3.500 habitantes.

En la actualidad, se trata no solo de uno de los conjuntos históricos urbanos de este tipo mejor conservados de Europa, sino que sirven como casas para la población local.

“Volare, oh oh / Cantare, oh oh oh oh / Del blu dipinto di blu / Felice di stare lassù” (Volar, oh, oh / Cantar, oh, oh, oh, oh / En el azul pintado de azul / feliz de estar allí arriba).

Basta con leer la letra de la canción italiana -una de las más famosas y pegadizas de todos los tiempos- para que suene la melodía en la mente y uno comience a cantarla.

El autor Domenico Modugno nació en Polignano a Mare y, gracias al suceso de su creación, se convirtió en el principal embajador de este pueblo perteneciente a Bari, en la región de Puglia.

Como homenaje, junto a un mirador con vistas impactantes al mar Adriático se levanta una estatua del propio Domenico con los brazos abiertos. Sin dudas, uno de los puntos más fotografiados del lugar.

Desde allí, nada mejor que caminar el entramado de callejuelas que conforman el casco histórico, donde abundan las tiendas de artesanías y souvenirs y los restaurantes, llenos de gente en los meses de calor.

El Arco Marchesale -la puerta a la parte más antigua-, el Palacio del Reloj medieval, la animada Plaza de Vittorio Emanuele II y las iglesias son algunos de los imperdibles de un pueblo único, ya que está construido sobre un acantilado rocoso a orillas del mar.

Con las viviendas levantadas al borde del abismo marino, la postal icónica de Polignano es la playa de Lama Monachile: sobre la antigua Via Trajana (unía Brindisi con Roma), durante el Imperio Romano era una aldea de pescadores y allí llegaban las naves de Oriente. Hacia el siglo XVI, funcionó en el lugar un importante puerto comercial y aún se conserva parte de la muralla medieval.

Por estos días, la playa más convocante de la región es esa lengua de aguas cristalinas, flanqueada por dos salientes rocosas que ingresan en el mar. Su particular geografía atrae a visitantes de todo el mundo, y también a quienes practican clavadismo. Para tomar un baño, se recomienda usar zapatillas de agua porque el suelo es algo pedregoso.

Si bien Polignano cuenta con unos 17.600 mil habitantes, en los últimos años tuvo un gran desarrollo como área residencial en las afueras de Bari. Su principal actividad sigue siendo la pesca, además de la agricultura y el turismo.

Polignano tiene varios miradores en lo alto: desde la terraza Santo Stefano con la panorámica de Lama Monachile -la foto que todos quieren- y la Scalinata Volare -junto a la estatua de Domenico Modugno-, hasta el Ponte Borbonico, desde donde se encuentra el camino para bajar a la playa más famosa.

Los tours embarcados para recorrer las grutas, el buceo y el kayak son algunas de las actividades que se pueden contratar para vivir otras experiencias. Todas serán inolvidables.

Un pueblo de piedra y techos rojizos. En la provincia de Cosenza, dentro de la región de Calabria, Morano Cálabro representa un curioso desafío para la arquitectura y la ley de gravedad. Rodeado por valles verdes y montañas, allí se levanta una colina con forma de cono al que se aferran cientos de construcciones antiguas: de lejos parecen piezas de Legos perfectamente encastradas.

Se trata de una comuna con menos de 5 mil habitantes en un cerro adyacente al monte Pollino, con un monasterio y varias iglesias. No hay mejor plan en Morano Cálabro que subir por sus callecitas, sin poder decidir qué esquina es más bella.

Y mientras se avanza, se va desandando también la historia de una de las antiguas ciudades de Calabria, que se refleja en los palacios Rocco, Salmena y Cozza, la iglesia de San Bernardino de Siena o la de los Santos Apóstoles.

Al llegar a la cima, junto a un antiguo castillo romano -fue ampliado con la llegada de los normandos y, siglos después, abandonado-, las panorámicas compensan el esfuerzo de la caminata cuesta arriba por este laberinto de callejuelas y escaleras.

Si bien se encuentra en la región vecina Basilicata, vale la pena visitar el cercano Castelmezzano: en una montaña escarpada, es un poblado medieval de casas de arenisca incrustadas en la roca, que está rodeado por riscos filosos y bosques tupidos.

Desde allí, se puede realizar una curiosa actividad turística conocida como Vuelo del Angel, que consiste en “volar” por un cable de acero suspendido entre Castelmezzano y Pietrapertosa, en los Dolomitas lucanos -pertenecientes a los Apeninos. Pietrapertosa está excavada en la roca desnuda, en la ladera de una montaña, y conserva ruinas antiquísimas y un castillo del siglo IX.

Quienes buscan una experiencia más espiritual amarán la Cripta del Pecado Original de Matera, a la que se conoce como la “Capilla Sixtina de roca” por sus valiosos frescos.

Imperdible: la ciudad de los Sassi de Matera fue elegida como “Capital Europea de la Cultura en 2019” y es una joya en las montañas donde vivía la gente pobre del sur: con sus calles intrincadas, escaleras y viviendas antiguas, los Sassi fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Junto con Amalfi y de cara al mar Tirreno, Positano es uno de los pueblos más famosos y concurridos de la Costa Amalfitana.

Con innumerables escaleras y miradores, la comuna de la región de Campania se destaca por sus casas, comercios y restaurantes enclavados en la montaña, que regalan postales increíbles a los visitantes en la orilla del golfo de Salerno.

Muchos eligen ir a pasar el día a este pueblo vertical desde destinos cercanos y, aunque hay muchas opciones de transporte, lo más frecuente es llegar en bus o en barco.

Las embarcaciones dejan a los turistas junto a la playa, con hermosas vistas del mar y de Positano.

En la zona de la playa de Marina Grande hay muchos restaurantes, bares y tiendas. Esta es la parte más baja del lugar, por lo que habrá que planificar la jornada: se puede comenzar descansando y almorzando en esta área para después subir a recorrer las callecitas, lugares históricos, negocios y miradores, o se empieza por la cima y se termina la tarde con un aperitivo en la playa.

Si se visita durante el verano, aquí también conviene llevar zapatillas de agua porque el fondo del mar tiene piedras chicas.

Positano es una tentación constante para el consumo turístico: desde helados y limonadas hasta piezas de cerámica pintadas a mano, prendas de lino, acuarelas, jabones de limón y un sinfín de souvenires.

Como complemento está el Museo de la Cripta y el Campanario de la iglesia Santa Maria Assunta, cuyos trabajos de restauración llevaron a descubrir los restos de una villa romana. A su vez, en el centro histórico se encuentra el Museo Arqueológico Romano.

Entre iglesias, capillas, comercios, flores y casas coloridas, la cima supera las expectativas con panorámicas del caserío al borde del mar azul: no hay vistas no fotografiables.

El almuerzo es quizás el momento más feliz, gracias a la gran cantidad de restaurantes con vista mar, que ofrecen pescados y platos típicos. Todos los viajeros se llevan una sonrisa enorme al partir de Positano.

Es el pueblo más pequeño de Italia meridional y el segundo de todo el país detrás de Fiera di Primiero. Con sus 0,20 km2, Atrani forma un teatro natural con la playa, en la provincia de Salerno, región de Campania.

Mientras que la ruta que atraviesa toda la Costa Amalfitana pasa en forma elevada entre la playa y la plaza principal, Atrani también ostenta el título de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco por ser parte de la famosa costa bañada por las aguas del mar Tirreno.

Es probable que los viajeros lleguen a Atrani casi sin darse cuenta, cuando salen a caminar sin rumbo por la vecina Amalfi. Pero vale la pena planificar una visita de este pueblo diminuto, apretado entre los montes Civita y Aureo.

Atrani es una joya de la arquitectura mediterránea que no desperdicia ni un metro cuadrado: seis iglesias, dos cuevas, plazas encantadoras y trattorias donde solo se comen platos sabrosos.

El antiguo pueblo de pescadores construido al borde de una colina se destaca por sus casas pintadas de blanco con cuidados jardines y limoneros. Las calles angostas serpentean hacia lo alto, con escaleras que han resistido el paso de los siglos.

Casi escondido entre dos acantilados de cara al mar, Atrani es el secreto mejor guardado de la Costa Amalfitana, eclipsado por Amalfi, Positano y Sorrento.

En los meses de verano, los viajeros no se arrepentirán de dedicarle un día de playa a este destino.

Hay una playa de película en la isla de Sicilia, al sur de Italia. En Cinema Paradiso, la película de Giuseppe Tornatore, se recordará una escena que transcurre en la costa: el director le da vida a Giancaldo desde Palazzo Adriano, pero como este pueblo no tiene un escenario de playa como el que estaba buscando, decidió llevar el set de filmación a Cefalú, una localidad de la provincia de Palermo.

A solo una hora de la ciudad de Palermo, Cefalù se destaca por su aire medieval, las playas de arena, las numerosas iglesias y el paseo marítimo, ideal para caminar contemplando las olas azules.

Imperdible: ver la puesta de sol desde la imponente Rocca, el promontorio rocoso a cuyos pies se encuentra este centro balneario que atrae miles de turistas cada verano.

Con siete farallones (según la leyenda, son los cuerpos petrificados de siete hermanos que acudieron inútilmente a auxiliar a una mujer), el pueblo tiene sus orígenes en el período helenístico-romano al que pertenecen las murallas que se ven frente al mar. Los árabes gobernaron el asentamiento bizantino hasta que los normandos reconquistaron Sicilia, y de esos tiempos le quedó el apodo de “ciudadela normanda”.

Con más de 13 mil habitantes, Cefalú cuenta con un pequeño puerto pesquero y la Catedral del siglo XII -el edificio más importante del lugar-, incluida en el conjunto de Palermo árabe-normando que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

La catedral normanda está en pleno centro, a la sombra de la Rocca, la gran piedra icónica con forma de cabeza (Cephaloedium) que le da nombre al lugar y en cuyas laderas se levantó el Templo de Diana.

En la piazza del Duomo están el antiguo Monasterio de Santa Caterina -actual ayuntamiento-, la fachada del Palacio Episcopal y el Piraino. Otros atractivos importantes: el Lavadero público medieval, el Osterio Magno con su gran ventanal y las estrechas callejuelas empedradas para perderse paseando hasta llegar al mar.

La calle principal del casco antiguo es Corso Ruggero, que marcaba los límites de la ciudad en la Edad Media. En la actualidad, allí se encuentran no solo se encuentran iglesias barrocas y palacios nobles sino también las tiendas más elegantes de Cefalú.

En tanto, desde el puerto viejo se puede disfrutar de las mejores vistas del centro histórico. Allí se halla la Porta de Pescara, una de las cuatro puertas de acceso a la ciudad en el siglo XVII.

Precisamente, las fotos de las casas asomadas al mar y la playa con las barcas de madera figuran entre las postales más clásicas de Sicilia.

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