La leña se hizo carbón. y ardió bien | El Diario Vasco

2022-11-07 16:22:11 By : Mr. Victor Ying

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Ni palas ni máquinas. El carbón se recoge trozo a trozo. Y se refresca con agua que lo salpica desde otro cubo. Quizás por eso parece silbar. / Lobo Altuna

Carbón. Carbonero. 'Txondorra'. Carbonera. Coto minero. Entresaca de troncos en el bosque. Museo del carbón. ¿Dónde? En los terrenos de Irrisarri Land, complejo de 75 hectáreas de aventura, bosques, caminatas y leyendas creado en torno a una casa noble, el llamado ‘Palacio de Yrisarri’ que desde el siglo XVII es considerada ‘infanzona, antiquísima y armera’. Museo del Carbón. ¿Dónde? Allá, a unos cinco kilómetros de cualquier casco urbano. Rodeados de montes como el Ekaitz, el Mendaur, los Pirineos nevados. Pero también, curioso, a miles de kilómetros. En Playa Girón (Cuba), donde se intenta recuperar, reinventar, reforzar la industria y comercio del carbón vegetal. Ahora en 2018 allá por Matanzas las carboneras, las ‘txondorras’ caribeñas, se alimentan con marabú, planta invasora muy común en los campos a lo largo de la isla. Allá, las carboneras se trabajan en cooperativa y el carbón se procesa en Bayamo para luego exportarse (80.000 toneladas) a Europa y Asia.

Aquí hubo 'txondorras' en cada claro del bosque. Era trabajo rudo, ardiente, peligroso. Servía para el comercio y para la economía de supervivencia. Allí donde caía un roble hermoso, un haya centenaria, un esbelto castaño partidos por el rayo, derribados por el tiempo, acudía la gente y en auzolan, en trabajo comunal, levantaba la carbonera que, bien cuidada, aseguraría calor y lumbre en los días cortos y las noches largas del invierno.

En los últimos días del 2017 ya pasado y en los primeros de este 18 han humeado 'txondorras' en Aralar y Oiartzun. Y quien más, quien menos, se ha acordado de ‘Tasio’, la película de Armendariz y del libro de Xabi Otero ‘Anastasio Otxoa, ikazkina’. Los niños que por miles acudieron en visperas de la Nochebuena a la Txondor plaza de Irrisarri Land descubrieron en el cobertizo cercano al montículo humeante, no lejos de la ‘morkotxa’, pequeño depósito de piedra donde antaño se guardaba otro tesoro, las castañas, que era cierto: Olentzero no es un personaje limpio de blanca barba sino un carbonero de cara tiznada, manos quemadas e intenso olor a humo en sus ropas.

El día de la apertura. Se ha derribado la meta de hojas y tierra. Se ha abierto la carbonera. El carbón está sobre la base de la ‘txondor plaza’ o ‘txondor zuloa’. El rastrillo (’makua’) arrastra tierra, carbón, ceniza. Los trozos de carbón, bellos, aun arden por dentro. / Lobo Altuna

Olor... Cuando Joxe Elgorriaga Almandoz, Iker Iglesias y otros apasionados de las formas y los sonidos del carbón empezaron la construcción de la 'txondorra', las mujeres de por allá (Igantzi, Lesaka, Aranaz; también Etxalar, incluso Bera, las ribereñas del Bidasoa o quienes habitan cerca de Aranibar Ola) volvían la cabeza cuando ellos regresaban de haber cerrado la pirámide con hojas y tierra y les decían ‘Así olía padre cuando venía de la carbonera a la casa’.

Pasión por el humo blanco y tranquilo que indica que la leña no se consume sino que se va convirtiendo en carbón. Recelo del ‘viento sucio’ que descendiendo de las cumbres cercanas, saltando por Artikutza, Tolareta o Fran enreda en la 'txondorra' y aviva antes de tiempo fuegos que debían estar, todavía, adormilados. Si el carbonero del pasado era un ser entre marginal y superviviente, obrero del fuego, comerciante de la madera, y tratante del carbón, los de ahora son herederos y guardianes de una sabiduría popular transmitida de padres a hijos, entre pueblos y caseríos diseminados. Son gentes como Andoni Etxenike, al que enseñó su padre, ‘Miuri’, tenido por hechicero bueno y sabio. O que en su mismo apodo llevan el orgullo de un oficio que ya no lo es, Luis, ‘Beltza’. Puede que sean pintores del Bidasoa con alma de historiador como J. Carlos Pikabea que relata en cuán alta estima se tenía ayer a la madera destinada a convertirse en carbón vegetal.

A unos pasos de las tirolinas, los puentes colgantes, los circuitos para BMX y el territorio donde habita el Basajaun y fuera de los límites de Irrisarri Land, en el kilómetro 4, 4 de la carretera que une Igantzi (Yanci) y Arantza (Aranaz) penetramos en uno de esos lugares mágicos tan abundantes en la montaña navarra, sus sierras, sus cuevas y sus ríos; territorios cargados de mitos, leyendas, divinidades, sortilegios, ofrendas y exvotos. San Juan Xar es paraje reconocido como Reserva Natural desde 1987 debido a que en los márgenes del río crece un árbol que no se halla en ningún otro rincón de la Península, el carpe, el ‘Carpinus betelus’. Árbol mediano y de tronco sinuoso, sus hojas cocidas se saben astringentes y su madera es sinónimo de buena lumbre porque arde bien y con llama perfecta.Mucho antes de ser reserva natural, San Juan Xar ya era territorio misterioso pero lleno de esperanza para quienes a él acudían, las mismas gentes que solían, suelen, decir a los pequeños de la casa que cierren bien fuentes y grifos no fuera a ser que por ellos se cuelen las lamias, seres que en esta zona no son consideradas precisamente criaturas amorosas. En San Juan Xar hay una fuente con tres caños. De los tres beberás si tus males quieres ahuyentar. Y si tu piel está enferma, la lavarás y el pañuelo con que te seques sobre la roca dejarás. Desde una gruta superior, una figura del Bautista protege al peregrino.

Mientra el jueves 4 de enero rastrillábamos la carbonera recién abierta y refrescábamos los trozos de carbón ardiente en compañía de Carlos y Ramón Sein, Txela Rodríguez y Luisja Txoperena (amén de con Joxe e Iker) hablábamos de que no somos la primera generación humana en reutilizar y reciclar con celo ecológico lo que la Naturaleza nos da. Si en Irrisarri Land se ha hecho una entresaca de troncos caídos (haya, castaño, quercus...) para lograr los 20.000 kilos de leña que a lo largo de un mes se han convertido en 50 sacos de buen carbón, se sabe que antaño no podían emplearse en la 'txondorra' más que troncos que cupieran en el diámetro de las dos manos. Ni más pequeños, aún en desarrollo, ni árboles centenarios de buena planta. Solo el dueño del bosque podía otorgar licencia para cortar un ejemplar más maduro y poderoso. Pero el celo de proteger los árboles iba más allá. En el siglo XIV reinando Juana II de Navarra, que amejoró el Fuero en 34 capítulos, se firmó un edicto, refrendado por los concejos populares, que castigaba con pena de decapitación a quien cortara furtivamente árboles. En el Lejano Oeste, siglos después, se ahorcaría a quien robaba otro preciado bien, el caballo del vaquero.

Doce horas emplearon los carboneros de Irisarri Land para completar el ciclo y el rito de la 'txondorra'. Los días anteriores Joxe subía a la pequeña cima y como en un arriesgado baile, saltando de un lado para otro, había aspirado el fino humo blanco y controlado con el golpeo de la ‘haga’ la fuerza del fuego. Aireó unas zonas y cerró otras, permitiendo o evitando así la entrada de aire. Doce horas. Se abre. El carbón está ahí. Ardiente. Chisporrotea. Crepita. Es lo que estos carboneros del siglo XXI llaman, extasiados, ‘la música del carbón’. Que cambia su melodía, áspera, silbante cuando el ‘ikazkin’ accidental, pero entregado, refresca a mano esos ‘cristales’ negros, a veces tornasolados por haberse quemado muy al punto. Nada se pierde. No la ‘ilintza’ (trozos pequeños, laminosos). Ni el ‘ikatza xehea’ que podría considerarse escoria pero aquí es simplemente buen carbón muy fino. Sirve también para la leyenda. Y para la parrilla.

'Txondorra' Y todas sus variantes dialectales: xendor, txondar , txoldor, xondar , xondor, zendor. Según el diccionario de Euskaltzaindia, ‘pila de leña carbonera’. Cita el ‘Vocabulario de Navarra’ donde se define como ‘carbonera en el monte para hacer carbón vegetal’. Wikipedia cambia ‘pila’ por ‘meta’. Tiene otra sorprendente acepción: ‘vértice de bóveda en los hornos o de cualquier arco’ mientras que en el francés impregnado de euskera de Iparralde significa ‘carbón ardiente’.

Txondor zuloa/plaza Claro del bosque o monte donde se construye, se alza la carbonera.Sarea. Red de pequeños troncos que se trenza sobre la tierra no solo para delimitar el terreno de la txondorra sino para evitar que los troncos que luego se dispondrán piramidalmente se hundan en la tierra y esa parte no se carbonice.

Tokoia Del castellano ‘tocón’ que significa ‘muñón’ o ‘Parte del tronco de un árbol que queda unida a la raíz cuando lo cortan por el pie’. Se utiliza como centro sobre el que se van colocando las distintas maderas que han de convertirse en carbón.

Kaiola La estructura que poco a poco va surgiendo durante la construcción concéntrica de la txondorra

Alkatea Nueva definición extraída de diccionario de Euskaltzaindia. ‘palo vertical a cuyo rededor se forma la pira de leña destinada a carbón’. Cuando la construcción se haya concluido se sacará de la pirámide natural achatada y se procederá a llenar con el ‘betagarri’el hueco dejado.

Betagarri Puede significar tanto los trozos de leña que se echan para que la madera arda lenta y uniformemente y se transforme en carbón como la acción misma de lanzarlos por el agujero dejado por el ‘alkate’ .

Zoia Como en las metas de paja o hierba, se trata de la tapa que cierra la txondorra para impedir que entre el aire y rompa o altere el proceso de carbonización.